La Matagallinas
Se levantaba Lorena en la tarde de su petate despuĂ©s de un dĂa laborioso en el campo. Ella era la hermana de en medio de siete hijos, no podĂa exigir mucho pero al ser la Ăşnica mujer por lo menos tenĂa un cuarto para ella sola.
Aunque decirle cuarto a ese lugar era tenerle mucha fe; era un cuadro de dos metros por dos metros, estaba hecho de adobe y tenĂa una pequeña ventana cubierta por una especie de tela que antes correspondĂa a su traje tĂpico de cuando era pequeña. . En su interior solo contaba con su petate, una cĂłmoda en donde guardaba sus cosas personales y una estanterĂa donde guardaba su ropa bien doblada y planchada.
Los rayos del sol se extinguĂan lentamente, su siesta le habĂa devuelto las ganas y el ánimo de seguir.
Su madre, tan ensimismada en las cosas del hogar, luchaba por matar a una gallina doblandole el pescuezo cuando la vio salir:
Lorena vio a su madre con cara juzgona, desde pequeña le habĂan enseñado a matar gallinas y por alguna razĂłn era buena haciendo eso. Las pobres gallinas empezaban a cacarear con fuerza cada que la miraban, como si ellas supieran que su verdugo se aproximaba.